El Campeonato de Europa de Balonmano Playa de Cádiz dejó grandes leyendas del Balonmano Playa, entre ellos el ahora seleccionador de los juveniles de la arena. Pedro Bago fue uno de los diez privilegiados que disfrutaron del primer Campeonato de Europa de Balonmano Playa organizado en España que culminó con la medalla de oro para la selección masculina.
Pregunta. ¿Cómo te iniciaste en el Balonmano Playa?
Respuesta. A finales de los años 90. Recuerdo que fue en Sanlúcar de Barrameda en un pequeño torneo organizado por el Clubasa Barrameda, el club donde me formé. A partir de ahí participamos en varios torneos de la zona de Cádiz, Barbate, Moguer…y, en mayo del 2000, Fernando Posada nos llamó para formar parte de la primera Selección Española de Balonmano Playa para participar en Gaeta (Italia) en el I Campeonato de Europa, donde obtuvimos la medalla de plata.
P. ¿Qué supuso el triunfo de 2002? Tanto en lo personal, como para el balonmano español
R. En lo personal fue un alivio, se organizaba en Cádiz. Una gran parte de los jugadores que formábamos parte de la selección nos habíamos criado o éramos de la zona. Veníamos de perder dos finales contra Bielorrusia, la de Gaeta (2000) y la de Akita (WG 2001) y nos tocaron en semifinales. Era nuestra particular “bestia negra”. Pues a la cuarta fue la vencida y les ganamos y, en la final contra Rusia, ganamos el oro.
Para el balonmano español supuso un éxito rotundo. La pista central que se montó en la playa de la Victoria de Cádiz era espectacular y estaba casi abarrotada en cada partido, especialmente en los importantes. El balonmano playa español empezaba a sonar como potencia mundial por los resultados que veníamos consiguiendo en sólo 3 años. Además, la RFEBM empezaba a invertir en el playa porque sabía que la evolución de esta modalidad iba a ir “in crescendo” año tras año. Y fíjate dónde estamos ahora 20 años después: ya ha sido olímpico YOG2018 y buscando nuestro derecho para los absolutos de París2024.
P. ¿Un momento especial que recuerdes de toda tu trayectoria?
R. Tengo que diferenciar la trayectoria como jugador (2000-2005) y como Seleccionador (2013- Actualidad). Como jugador recuerdo dos goles importantísimos, curiosamente contra Rusia los dos. Uno en Gaeta, un gol de lanzamiento exterior de 1 punto que nos dio la victoria y el pase a la final. Y otro gol, también de lanzamiento exterior como especialista, en el 2º set contra Rusia en la final de Cádiz que nos sirvió para empatar y remontar a partir de ahí el set.
Como seleccionador son muchos, pero ver a mis jugadores recibir el oro olímpico en Buenos Aires lo recuerdo con orgullo y una sensación de haber hecho bien las cosas que se acerca mucho a la satisfacción y la felicidad.
P. ¿Cuándo decidiste dejar de ser jugador para pasar a ser entrenador?
R. Como jugador de playa vi claramente en el 2005 que el juego había evolucionado mucho y me había quedado estancado en mi capacidad de lanzamiento. Entrar en el grupo de los WG de Duisburg 2005 me costó una barbaridad. La rodilla tenía ya dos operaciones, y además tenía el manguito de rotador hecho polvo, bueno y casi 33 años, pero llevaba desde el 2000 en el equipo y Fernando Posada confió en mí. Sacamos la plata. Un año después dejé también el balonmano en pista, principalmente por motivos profesionales.
En mi formación académica, en el INEF de Granada (FCCAFD) elegí Maestría Deportiva en Balonmano. Desde muy pequeño, 10-11 años, quise ser profesor de Educación Física y entrenador de balonmano. Con mi formación podía lograr las dos cosas. Cuando me vine a Sevilla en el año 2008 tenía la diplomatura y la licenciatura en EF y el título de entrenador nacional. El Montequinto me ofreció entrenar a su equipo y ahí empecé como entrenador –aparte de la etapa de juveniles con el Universidad de Granada en los años 2003-05–.
En playa vino a raíz de empezar el Doctorado en Alto Rendimiento Deportivo (Universidad Pablo de Olavide) y plantear hacer la tesis sobre balonmano playa. Y en el 2009 Paco Aguilera me ofreció llevar la parte física de la Selección y, poco a poco, fui cogiendo experiencia hasta que en el 2013 me ofrecieron la sub-19 para el europeo de Randers (DEN).
P. ¿Cómo surgió la idea de realizar una tesis doctoral sobre el entrenamiento pliométrico en el balonmano playa?
R. Durante los cursos de doctorado del primer año. Una cosa tenía muy clara: el balonmano playa tenía mucho camino por delante que recorrer en la mayoría de las facetas que determinan el juego. Una de ellas era el aspecto físico. En esos cursos hablamos y aprendimos mucho de fuerza útil, de potencia y aplicación de fuerza en situaciones de competición.
Para el segundo año, con el DEA (Diploma de Estudios Avanzados) se me ocurrió la idea de saber de una manera objetiva cuánto esfuerzo supone desplazarse en arena en balonmano playa y diseñamos una adaptación de la Course-Navette para la arena. Presentamos ese estudio y, para nuestra sorpresa, fue elegido para el ECSS de Barcelona 2013 (Congreso Europeo de las Ciencias del Deporte) y vimos que había mucho que estudiar por ahí.
Mi director de la tesis es experto en entrenamiento pliométrico y adaptamos un protocolo de entrenamiento a la arena seca. Lo aplicamos a jugadores y los resultados fueron muy significativos en cuanto a las mejoras que se obtenían, y así fue todo.
P. ¿Qué diferencias ves al balonmano playa actual con el de hace 18 años?
R. Buuuuffffff…¡TODAS! (risas) El juego ha evolucionado muchísimo con la aparición de los spin-shot. Físicamente los jugadores están más preparados. Las defensas actúan con mucho más criterio y solventan muy bien las situaciones de inferioridad. También han aparecido técnicas nuevas, tanto en ataque como en defensa. Hace 18 años no se veía un contragiro ni a un defensor plantarse fuera del área para detener el lanzamiento actuando como defensa y no como portero en un shoot-out.
Por el contrario se ha perdido más el juego buscando el flight. Muchos equipos se limitan a usar el giro como opción de lograr los 2 puntos y los flight sólo se juegan con el pivote y muy poco con las alas. Ha aparecido la aplicación de medios tácticos grupales en ataque y las defensas son más activas, yes sólo un ejemplo.
P. ¿Cómo ves el futuro de esta disciplina? Corto plazo y a largo plazo
R. Una vez que superemos esta crisis del COVID-19 –que seguro que la superaremos– hay que volver al punto donde se paró todo y reactivar el balonmano playa a nivel nacional y, en consecuencia, a nivel continental y mundial. Cuando volvamos a la “relativa normalidad” el balonmano playa ha demostrado ser un producto que “engancha” a la gente. Cada vez son más los adeptos a esta modalidad a lo largo de todo el planeta.
A largo plazo estoy convencido que el balonmano playa formará parte del programa oficial de los JJOO. Y, a partir de esto, tendrán que venir mejoras en muchos aspectos, empezando por un soporte económico que permita desarrollarlo como se merece, porque hay que reconocer que es una modalidad espectacular y que atrae muchísimo.